En el reino del Monviso




Vallone di Vallanta, 9 de septiembre

En la verde llanura en que había acampado flotaba la seda de una calina que se enredada entre las ramas de los escasos abetos pero que quedaba mansa y transparente sobre la corriente del río. En las cumbres el sol ya depositaba blandamente su beso rosado. Eché caminar a buen paso por la pista que corría por el medio de los prados. A hora tan temprana ya había movimiento en la zona. Un par de camiones y algunos vehículos esperaban en la parte más meridional del valle, al fondo, la llegada de un helicóptero que a lo largo de la mañana haría sucesivos viajes al refugio Granero, bajo la mole del Monviso y donde yo me dirigía, para transportar enseres y material de construcción. En el tiempo que yo empleé en llegar al refugio el helicóptero había depositado allí más de una tonelada de materiales. Allá estaban llamándome, cuando asomé después de la última cuesta, Adrián y Juan, los dos valencianos que me había encontrado el día anterior entrando en Vilanova. Me cuentan que ayer, mientras yo corría precipitamente a colocar la tienda cuando se desencadenó la tormenta, ellos prosiguieron impertérritos camino arriba hasta el refugio. Llegaron como una sopa y con la noche encima. Se han levantado tarde y participan animadamente en la fiesta que es el continuo ir y venir del helicóptero sobre nuestras cabezas. Dicen que van ir a escalar no sé qué pared que tenemos encima pero me da que hoy se lo toman de descanso. En el refugio están demasiado ocupados con el ir y venir del pájaro de hierro y su carga y evidentemente no tienen tiempo para atender el desayuno de un servidor. Que espere un momento me dicen en medio de la barahunda de ruido y viento que levanta este bicho. Decido que mejor me voy junto a la orilla de un lago cercano a dar cuenta de lo que me queda de comida, suficiente hoy para un desayuno en toda regla. Me despido calurosamente de Adrián y Juan y me voy con la música a otra parte.



Tiempo de lectura mientras me elevo lentamente por los bucles del camino que llevan al col de Seillers. Marvin Harris emprende el estudio antropológico de la actual sociedad norteamericana mientras yo rodeo el lago Lungo y asciendo primero por laderas de hierba, después por un terreno de cascotes y grandes bloques de granito. Me da cierta angustia comprobar cómo la nación más rica y adelantada del mundo posee tan extraordinarios índices de pobreza, delincuencia, desigualdad, un país donde salir por la noche es un riesgo manifiesto; el mismo país que se dedica a bombardear otros países y a sembrar la miseria allí donde sus intereses económicos,  ideológicos o imperialistas necesitan consolidarse. Uno a veces tiene la debilidad de llegar a pensar que el sistema capitalista, después de otras experiencias del siglo XX, es el menos malo e incluso que es el sistema que ha sido capaz de dar de comer al mayor número de personas; y pensando esto siente con cierto horror que si esto es lo menos malo que somos capaces de producir lo que tenemos por delante, lo que vamos a dejar a la generaciones futuras es la perpetuación de unas hirientes desigualdades en donde un puñado de cabrones, locos de atar, van a tener bajo la suela del zapato al resto de la humanidad. Y lo más cojonudo del caso es que esto se dará en un sistema en donde los ciudadano teóricamente podrían controlar a través de su voto una parte sustancial de la vida política y económica del mundo. Que una parte enorme del mundo vote contra sus propios intereses está en el entramado educacional que, subliminal o directamente, se ejerce desde el sistema educativo y los medios.  Es duro imaginar cómo seres libres con capacidad para pensar e interpretar la realidad puedan llegar a ser manipulados hasta el extremo de que una y otra vez mantengan en el poder a aquellos que precisamente están labrando su ruina. Porque somos nosotros a la larga los causantes, por ejemplo en España, de tener la ley electoral que tenemos, de que no haya vinculación entre un programa electoral en unas elecciones y la acción posterior, que el sistema no permita revocar a quien no cumple, de la impunidad con que el dinero, quien lo tiene, hace dinero y dinero mientras que... etc. El escalofriante retrato de desigualdad e injusticia que ofrece la sociedad norteamericana aparece ante los observadores, y junto a ella podíamos colocar a España aunque con grandes diferencias, como inamovible, como si las cosas no pudieran ser de otra manera. Corrobora esto el hecho de que los votantes a la Presidencia en Estados Unidos representen menos de la mitad de la población total. 



Esperaba, cuando llegara al collado poder contemplar esa magnífica soledad del Monviso, alzada casi mil metros por encima de sus vecinos próximos, pero las nubes ocupan sus laderas; su cumbre, como un Valhalla donde se ocultan los dioses a la vista de los hombres, permanece hoy vedado a la contemplación del caminante.

Al otro lado del collado un valle solitario y desnudo de vegetación, la hierba que poco a poco va cogiendo el color tostado del otoño que se acerca. El edificio del refugio francés Viso aparece solitario en la cabecera del valle. En el refugio mi francés se mueve como unas piernas inmovilizadas durante años. Después de comer me siento animado a continuar mi camino y comienzo la ascensión del col de Vallanta. Vuelvo a la lectura. Ayer acabé con Kundera y para sustituirle elijo a Elsa Morante, La Historia, un relato de entre guerras, la Primera y la Segunda Guerra Mundial, que transcurre sobre el fondo de la acción de seres enfermos mentales como Mussolini, Stalin, Hitler o Franco capaces de pasar sobre los cadáveres de millones de personas para satisfacer sus obsesiones personales. 



En previsión de que descargara la anunciada y acostumbrada tormenta de la tarde, después de traspasar el último collado hice una parada en la refugio Vallanta. Mientras me tomaba un té y me preparaban algo para la cena el mar de nubes que cubría el valle se mantenía pacíficamente adormecido y por encima no había muestras de que se fuese a liar a llover. No eran todavía las cinco, así que aún podía caminar una hora y acampar en los pastos más bajos del valle. En el refugio no había nada que me retuviera especialmente así que cuando tuve preparada la cena pagué y me marché. El ambiente era tan anónimo y poco acogedor que no fue necesario despedirse. 

Ahora la lluvia tintinea sobre el techo de mi tienda, tranquila, sin el apremio de truenos y relámpagos, como las nota de un violoncelo tocado por Rostropovich.




 

4 comentarios:

slechuga dijo...

Viendo las fotos, me recuerdan mucho a los bellos Pirineos.
Animo, y fuerte abrazo desde los madriles.

Ignatius dijo...

Me encanta cuando te cabreas y te indignas ... Te acaba de ocurrir con Botín, hace unos dias con otro.... jaJa... Pero no dejes que se te hielen los dedos, la putada es que a uno se le hielan las entrañas... Si si. AQUI YACE UN IMBECIL !
Espero que sigas caminando por el Midi Frances, el Sendero Cátaro y llegues al Valle de Aran para celebrarlo. ¡ no nos dejes que esta todo muy interesante!
Un abrazo

Alberto de la Madrid dijo...

Pirineos por todos los lados para llenar varias vidas.

Alberto de la Madrid dijo...

Estoy en plena Occitania. Hoy Victoria se reía de mí por haber olvidado lo más elemental de la historia. Estas tierras rebosan patriotismo occitano.
No me piques mucho que todavía tengo fuerzas para llegar caminando hasta el valle de Arán. Ya se me pasó por la cabeza.