Día 1º.
Galayos,
refugio Victory, 7 de junio de 2024
Inquietud. Es lo primero que siento cuando subiendo
Sentado
junto al refugio frente al Torreón pongo los deseos a remojo; sopesarlos,
mirarlos por aquí y por allá y constatar hasta dónde a veces uno sueña al modo
de aquel niño del poema de Machado que soñaba con un caballo de cartón…
y que llegado el alba abrió los ojos el niño y el caballito no vio.
Escribía
Cioran que el conocimiento mata y algo de verdad encierra la afirmación. El
conocimiento de las personas, de ciertos entornos, el de las montañas, también,
debería dejar ciertos espacios al misterio y al descubrimiento; que tengamos
siempre un interrogante, una curiosidad pendiente. Pensaba haciendo el carril
de los Galayos en aquellos que lo hacen durante años con mucha frecuencia, y me
preguntaba si verían ellos también lo bonito que estaba el sendero, la multitud
de flores que todavía resisten el calor, los cantuesos con sus orejas erguidas
como de liebres atentas a salir pitando al menor ruido, el riachuelo y sus
pozas, el Cabezo del Cervunal poco a poco alejándose a mi espaldas. No es fácil
en ocasiones recuperar la curiosidad, algo de esos primeros momentos cuando
descubrimos nuestras primeras montañas.
En
este carril de hecho descansan años de tránsito, el sueño durante toda la
semana de escalar esto o aquello, las expectativas; y a la vuelta, el descanso allá
abajo, el proyecto cumplido, el cuerpo algo dolido, las cervezas prometidas, la
despedida hasta el fin de semana siguiente. Pero no, me he prometido abandonar en
este blog un tanto ese relato nostálgico del pasado.
Esperaba
a Toti y a Pilar en el Victory, pero estaban desaparecidos y la cobertura iba a
su bola, así que después de esperarles media hora, Abraham, el encargado del
refugio, sirvió las cenas. Aparecieron cuando ya estaba en el saco. El inconfundible
vozarrón de Toti entró por la puerta como una exhalación. ¿Qué tendrá este
hombre que tánto atractivo desprende a su alrededor? ¿Esa energía, esa
vitalidad, esas ganas de vivir como salida a borbotones de la inquietud de su
cuerpo? Se podría decir que cada uno es dueño de su destino y de cómo organiza
si vida, pero no cabe duda de que si la
oportunidad de encontrar en tu camino a determinadas personas dependiera de
algún dios particular, a él habría que hacerle las pertinentes ofrendas de
agradecimiento. Hablo de Toti, pero igualmente podría hablar de un buen puñado
de personas con las que de manera casi siempre aleatoria hemos coincidido a lo
largo de la vida y que por las razones que sea hacen que nos sintamos bien en
su compañía, que aprendamos o que nuestra motivación se dispare.
Mientras
cenaban Pilar y él no han dejado de especular sobre las previsiones del tiempo
de mañana: lluvias, tormentas, ese tipo de lindezas para el primer día de
Con
el refugio ya en silencio y en la oscuridad mis pensamientos vuelven al Galayar,
me dejo envolver por las sensaciones que me vienen de más allá de medio siglo.
En casa a veces especulamos jugando a imaginar lo que nos gustaría hacer si
volviéramos a nacer. Yo siempre dudo, ¿volvería a ser maestro? Creo que no.
¿Volver a repetir una misma historia aunque fuera bastante interesante?
¿Viviría aquí o allí? ¿Viajaría más? No lo sé, no lo sé, sin embargo seguro
estoy de que sí me gustaría volver a los Galayos, a Gredos, a
Hay
pocas esperanzas de que mañana podamos hacer algo, un algo que no deja de
inquietarme, pero por si acaso mejor dar por terminado esto, cerrar los ojos y
dormirme arropado por esas sensaciones que me vienen de tan lejos, de tan
lejos, pero que tan cerca las siento esta noche.
Día 2º.
Guisando,
8 de junio de 2024
La
niebla se enredaba en las cumbres, guedejas de niebla fría que hacían poco
apetecible salir del saco, pero allá abajo todo el mundo andaba levantado, una
ligera algarabía que ya hacía imposible
demorar más en el saco de dormir. Por el ventanuco del sobrado se colaban los
signos de una mañana desapacible. Poco que hacer. La inquietud de que Toti
sugiriera escalar
Qué
magníficamente bellos se ponen los Galayos cuando la niebla merodea por sus
paredes. Ambiente alpino de alta montaña, espectáculo cambiante en el que tan
pronto de la masa gris surgían retazos del Torreón, de
Las
previsiones del tiempo para las siguientes horas eran tan malas que al final
decidimos por unanimidad abandonar el refugio camino de la apretura. Hoy era
día de encuentro,
Cuando
dejé
Tras
mi encuentro con Noelia, me fue gratísimo saludar más abajo a Capri, al que
apenas recordaba y con el que me unía la relación que tuve con su hermano, mi
admirado José Ángel Lucas con el que pasé una jornada y una noche memorables en
un rescate en la cara oeste de
Secar
la ropa al sol, al fin había dejado de llover, trasegar cerveza y sumirnos en
una larga tertulia fue la continuación, ahora ya con el grueso del grupo. La
previsible toma de posesión de Toti de una buena parte de la conversación con
su precipitado verbo y su entusiasmo, las bromas de Angel Luis Santamaría, la
discreta y amable intervención de Juan Berlanda o Pancho, Edesio, Nayet, Pilar,
Teresa… Pero el caso es que había quienes echaban de menos el contacto con la
roca, algún largo con el que al menos llegar satisfechos a la cena. Así que
abandonada la tertulia, unos marcharon camino del restaurante y los menos tomaron
el sendero hacia una pequeña zona de escalada. Por si las moscas cargué con el
arnés y el casco. Quizás alguien me largaría más arriba un cabo de cuerda para
hacer una de aquellas paredes. Antonio y Míriam me cedieron un sitio en su
cuerda. Una placa, una bonita bavaresa, mucha adherencia y poco más arriba,
Antonio, que me ha visto que he echado en un momento de duda la mano a una
chapa, que me dice que no, que mejor que descienda y vuelva a subir sin
tocarla. Uno es casi nuevo, nuevo porque no practicaba desde muchas décadas
atrás, y andaba aprendiendo, que unas semanas atrás ni idea tenía de ese
vocabulario nuevo, cosas como chapar, grigrí, cinta exprés, nudo dinámico, el
ocho, eran palabras que ni idea hasta hace poco. Y aprendiendo enseguida
comprendí, por la observación de Antonio, que eso de echar mano a las chapas ni
era elegante ni procedente. Así que baja, ojo a las mínimas protuberancias y
que ni se te ocurra tocar una chapa. Gracias Antonio y Míriam.
El
ambiente en el bar-restaurante "Los pasos de Lola", era un cálido
encuentro de amigos, esos que acaso no se ven frecuentemente pero a los que la
pasión por la montaña une entrañablemente, a algunos desde hace más de medio
siglo. Saludo enseguida a Ángel Rituerto, ese hombre que tiene un nosequé que
hace que todo el mundo lo quiera; a Santiago Hernández, a Cristina y Carlos
Soria que estaba enzarzado en una precipitada conversación con Capri… Otros
muchos que no conocía. Es curiosa la familiaridad y la cordialidad que uno
puede encontrar dentro de un grupo en el que casi accidentalmente había caído.
Allí fue donde le cayeron las bromas a Toti en cuando le echó el ojo Carlos. Y
es que Toti es como Durga, esa diosa hindú de múltiples brazos que puede
atender diferentes actividades al mismo tiempo. Y es que Toti había quedado
para escalar con Carlos
En
aquel local y con tanto hablador apasionado la verdad es que era difícil
entenderse y especialmente para un medio sordo como un servidor, pero me tocó a
la derecha, mi oído sano, una buenísima conversadora, Noelia, así que
terminamos hablando más que comiendo en medio de aquel barullo fenomenal. No se
prolongó mucho la tertulia y llegó el momento en que cada mochuelo debió buscar
la rama de su olivo. Al día siguiente la cita era en una churrería de
Mombeltrán, a una hora tan temprana como las ocho de la mañana. Yo busqué un
lugar tranquilo en el bosque para dormir en la furgoneta, otros iban de hotel y
el resto buscó cobijo bajo un tejadillo cercano al restaurante.
Para
terminar agradecer a Rafa y a Ángel la posibilidad de que haya podido asistir a
este pequeño y encantador encuentro de amigos; y a Toti por haberme puesto al
corriente de la celebración de esta actividad. Gracias a los tres y gracias
también a tantos otros por la acogida. Me he sentido francamente bien entre
todos vosotros.
10 comentarios:
Un fuerte abrazo Alberto, gracias por este entrañable relato. Tu pluma sigue siendo tan atractiva como la llamada a la naturaleza que experimentamos. Pancho
Gracias Pancho. ¡Qué agradable es encontrarse con este puñado de amigos! Me encanta vuestra compañía y ese clima de amistad y cordialidad con el que envolvéis vuestras actividades. Un abrazo y nos volvemos a ver.
Gracias Alberto.El relato es magnífico, y toca la fibra de los viejos roqueros
Gracias tantas por vuestra acogida. Un abrazo
¿Eres Pancho?
Gracias Alberto. Me ha encantado tu blog y tu relato de la Galayada ha sido estupendo. Fué muy agradable la charla que tuvimos mientras comía. Un abrazo
Qué gusto, Juan, poder recuperar el pasado, los amigos y encontrar un ambiente tan cálido como el de estos dos días. Un abrazo
Magnífico relato Alberto. Muchas grácias porque al releerlo disfrutaremos de nuevo esos felices momentos .
Es un regalo el hacer pasado estos días con vosotros. Un abrazo
No , soy Carlos . Subía solo y me crucé con vosotros cuándo comenzabais a bajar.
Ok, Carlos. Un abrazo...
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