Día 20. Lluvia y fortísimo viento a 2200 metros.

 


44,97805298°N, 44,97805298°N06,99801564°E, 7 de julio de 2025 

A la altura de las diez de la mañana la jornada tenía aspecto de día de vacaciones. Había dormido en un collado, descendido cuatrocientos metros, me encontré con lugares habitados y más adelante, la incógnita de un posible restaurante abierto, en Massello, fin de etapa, se decantó favorablemente. Había apostado todo a este restaurante; después nada hasta diez horas de recorrido duro. Así que hubo suerte. Día de vacaciones porque pensé hacer un poco de camino después de comer y sanseacabó.

Mientras tanto me había metido a fondo con Marvin Harris en el periodo que va entre los neandertales y la aparición de los sapiens. Un detalle que me sorprendía bastante era el hecho de que se  hayan encontrado restos neandertales en lugares dispares del mundo muy alejados entre sí, lo que supondría que estos homínidos habrían recorrido enormes distancias, algo que no me cuadra. Eso o que simultáneamente se hubieran desarrollado seres similares sin conexión entre sí en lugares diferentes del planeta. Creo haber estudiado algo de esto pero lo olvidé. De la lectura de esta mañana retenía especialmente el hecho de que hubiera muchos animales, incluso peces, y que usaran, e incluso fabricaran, herramientas primitivas para conseguir su alimento. En el momento que tenga cobertura voy a ver si dedico un rato a investigar estos asuntos. 

A Massello llegué sobre las once y media, así que mientras me tomaba un refresco y esperaba la hora de la comida, me dediqué a bajar un buen puñado de tracks del Sendero Italia, que se me presenta como alternativa junto con la GTA (Gran Travesía de los Alpes), dos itinerarios que coinciden en parte y que me van a servir para orientar mi deambular por los Alpes. Quise unir los tracks bajados en uno, pero me daba tanto trabajo que recurrí al amigo Santiago Pino que de estos asuntos sabe bastante. En un rato ya tenía el resultado en el guasap. Gracias, Santiago. 

Las comidas siguen siendo abundantes por aquí, así que con lo que me sobra tengo para la cena. En el refugio Berbara la guardesa me regaló una cantimplora de 33 cl, todo un detalle. De modo que termino haciendo un desayuno bastante reglado. Me llenan la cantimplora de leche y con algunos trozos de tarta o galletas locales ya tengo el desayuno. Siempre me queda algún resto de comida en la mochila “por si acaso”. 

Pretendí subir sólo un poco, el primer sitio en que encontrara un lugar para mi tienda, pero luego la cosa se lio; me sentí bien, el valle, hermoso y agreste era presidido por una cascada de cien o doscientos metros de alta, y seguí y seguí hasta encontrar ese lugar deseado… Mil metros de desnivel más arriba. Mi amigo el cuerpo, funciona. Un gustazo esa subida después de haber comenzado mi jornada de andarín a las siete de la mañana. Eran las seis de la tarde cuando instalé la tienda. Si quito una hora u hora y media para la parada de la comida, me dan hoy diez horas de marcha… y eso que parecía un día de vacaciones. 

El altimetro del OruxMap marca 2200 metros de altitud. Ha empezado a llover fuerte y Meteoblue da vientos superiores a los 70 kms/hora. Veremos. La tienda que ha ido bien durante muchos años la verdad es que está bastante viejita, desgarrones, remiendos, la faena de días atrás cuando una marta me hizo una raja de más de medio metro. (Un bicho me corre por la cara, pero se escapa. Raro porque a esta altura hoy es la primera vez que no hay moscas ni mosquitos. Termino cazándole. Se trata de un pequeño saltamontes. Creo que no había cazado uno desde que era niño. Le miro. Pobre. Abro la tienda y le dejo en libertad). Un accidente grave lo tuve un invierno cerca de la cumbre de Lanchamala, en Sierra del Valle. Toda la noche hubo ráfagas de viento fortísimas. La tienda se inclinaba alarmantemente, pero resistió. A la mañana cuando salí un momento de la tienda, en el instante de abrir la cremallera vino una ráfaga fuerte de viento y la arrancó totalmente. El bastón que sirve de sostén lo encontré entre la nieve a quince o veinte metros de la tienda. La ráfaga había desgarrado además la tela. Podía haber comprado otra tienda pero la sometí en casa a un buen remiendo con un trozo de una vieja. Así que así está la pobre, pero es que la tengo tanto cariño, me ha acompañado en tantas y tantas aventuras en invierno y verano… Este año olvidé volver a impermeabilizarla, así que cuando pase por Susa intentaré buscar el producto. 

Estoy muuuuy mosqueado. Es la primera vez este verano de fuerte viento y lluvia y hasta que no pasen días que vea que esto resiste, los nervios los voy a tener a flor de piel. La temperatura ha bajado al punto de que me veo obligado a escribir como en invierno, totalmente embutido en el saco de dormir. Mi tienda se agita como una patata frita. El pronóstico de fuertes vientos se demora hasta mañana al mediodía y todavía me faltan más de cuatrocientos metros de desnivel para alcanzar el paso del Pis (2613 m.). Una buena noticia es que el valle donde estoy está orientado al este, y como mañana se anuncia bueno, a las seis o un poco más tarde casi seguro que el sol llega a mi tienda. 

Hace tiempo cayó en mis manos un video de un montañero que hacía elogio del viento. Recuerdo que cuando lo vi, calentito en casa, me pasó por la cabeza la posibilidad de buscarle las cosquillas a eso del viento, a ver si era verdad que se puede disfrutar de él. Ya digo, eso fue en la cabaña frente a la chimenea. ¡Ya, que bonito se veía el viento en el confort de casa! Ahora me temo que no, que hay quien se inventa hipotéticos gustos con que llenar la curiosidad de los posibles lectores. Hombre, si yo estuviera totalmente seguro de que la tienda iba a resistir sin más, lo mismo me relajaba y podría sacarle gusto a la cosa, pero no, de momento, no. Quizás más adelante cuando haya pasado este verano y muchas otras batallas exitosas, quizás entonces. 

Ha dejado de llover y ha quedado simplemente el viento y sus ráfagas. Voy a ver si ceno algo y trato de dormir, hoy con tapones de cera. 











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