Día 22. Jornada de grandes desniveles




Castagneretto, 45,15217434°N, 07,04390824°E, 9 de julio de 2025

En algún lugar de Susa, cuatrocientos o quinientos metros de desnivel más abajo, están en fiestas. A rachas la música sube lejana trepando por la ladera hasta mi tienda. Había desistido de encontrar ya un lugar para acampar hasta que plas, de repente se abrió un balcón que parecía estar preparado exprofeso para que yo pasara la noche.

A las ocho y media de la tarde llegué aquí, un día en exceso ajetreado y con excesivos desniveles acumulados. Además, se sabe que el que mucho baja mucho tiene que subir, y viceversa. Hoy tengo la sensación de venir de la otra parte del mundo. Amaneció frío frío y la subida hasta el Col de Assiete la pude hacer con el fresco de la mañana. Ahora, los mil seiscientos metros de desnivel del descenso son una cosa seria. Parque Natural del Gran Bosque han llamado a este entorno, realmente todo un mundo bello y abigarrado donde los desprendimientos habían arrasado parte de una ladera haciendo el paso complicado. Revueltas y revueltas, praderías, tramos oscuros en donde en la apretura de la vegetación se perdía el sendero constantemente. Un mundo vegetal exuberante en donde lo bucólico se mezclaba con lo salvaje. Mil seiscientos metros daban para un variadísimo paisaje. A mitad de camino hice una breve parada para comer algo. Era ya seguro que ni de coña llegaría a Susa para ello, so pena que a mitad de camino alguien me bajara en parapente.

El senderista toca el fondo del valle en la coqueta localidad de Exilles. El valle queda totalmente ocupado por carreteras y una autovía que comunica con Francia a través de Bardonecchia. Habría sido demasiado retorcido bajar por la carretera hasta Susa, así que en Exilles hice una parada de hora y media para esperar al autobús.

La tienda tiene un par de goteras y necesitaba encontrar aquí algún producto para impermeabilizarla, pero imposible. El lugar más cercano era Turín, así que en el primer momento que tenga intentaré arreglarlo con cinta americana.

El autobús me dejó en las puertas de un bar en donde me puse como el Quico. Aproveché para cargar la batería. La mejor adquisición que he hecho antes de salir de casa, y a fin de evitar el medio kilo de mi cámara Canon, ha sido comprar un teléfono Redmi de carga súper rápida que en quince minutos me lo deja operativo con la batería totalmente cargada, una ventaja que aprecio muchísimo y que me permite salir de cualquier restaurante o refugio en el tiempo de la comida con el teléfono dispuesto para funcionar durante un par de días,  si fuera necesario.

Susa está a 500 metros. Y el refugio en principio de destino, La Riposa, a 2200, así que tela, nada más y nada menos que 1700 metros de subida. Aunque era tarde decidí hacer un pequeño tramo hasta un poco más abajo de una agrupación de casas a cuatrocientos metros más arriba, que recibe el nombre de Castagneretto.

Hoy breve a la fuerza. Son las nueve y media y tendría que estar durmiendo hace más de una hora. Desde que suena el despertador antes de la seis de la mañana he cambiado mis hábitos. Así que se acabó, buenas noches. 











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